Ángela buscando trascender escribió su nombre en la arena.

Ángela buscando trascender escribió su nombre en la arena.
olvidó correr su pie numero 41.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Un paseito por Ileven Jolivud.


El Once es conocido por su naturaleza comercial. A pesar de no ser reconocido como un barrio formalmente y estar incluido en Balvanera, sus residentes y quienes tienen sus negocios en la zona piden que se le otorgue el status de barrio marcando claramente sus limites de la siguiente manera: La avenida Córdoba, Ayacucho, Perón, Larrea, Hipólito Yrigoyen, La Rioja-Ecuador, hasta Córdoba.
Ahora bien, nuestra percepción al respecto de la observación fue bastante amplia, ya que encontramos en el barrio en cuestión muchos elementos que responden a cuestiones culturales, identitarias, de consumo y de circulación, tanto transitoria como una del tipo mas territorial, anclada en la zona. El concepto de “comunidades diaspóricas” de Appadurai ilumina y contribuye a caracterizar distinciones y similitudes dentro de los que toman para sí el Once. Lo diaspórico nos remite a una práctica del pasado y de origen común de ciertas poblaciones en corrientes migratorias, marcadas fuertemente por el exilio, en donde lo identitario toma un papel preponderante. Lo originario se imbrinca en lo local explicitando y cristalizando en “comunidades de sentimiento”, resignificaciones y recontextualizaciones que visibilizan lo productivo-laboral como así lo cultural-identitario. A las comunidades de sentimiento pudimos lograr un acercamiento a partir de la observación como transeúntes por el barrio, carteles de los comercios, casas de comidas, vestimenta, música, estética, etc. Donde las diversas comunidades –judíos ortodoxos, peruanos, chinos, migrantes de provincias del norte y del litoral del país, etc.- no solo intentan mantener los lazos con el origen, sino generar nuevas redes de contención con aquellos que comparten su situación y, al mismo tiempo, diferenciarse de los otros.
Luego de haber caminado por las calles, y detrás del supuesto desorden que caracteriza al barrio; pudimos observar que existe una distribución especializada de los locales. Es posible entonces, ubicar a los comercios de ropa en un polo, los de bazar en otro, y así con los de cotillón, telas, etc. Esto da cuenta de la “economía de aglomeración” presente, generando una especificidad en la zona que brinda funcionalidad y homogeneidad del espacio. El transeúnte que posee el conocimiento podrá moverse con comodidad, dificultándose esto para aquel iniciado.
Al ser esta una zona de gran conglomeración de comercios orientados a la venta mayorista, las vidrieras de los locales no demuestran un gran interés en atraer a los transeúntes a través de su estética. Por el contrario, el mayor atractivo que intentan reflejar son los precios y la amplia variedad de productos.
Reflexionando entonces, en relación al concepto estetización de la vida cotidiana de Featherstone, observamos que la mayoría de los locales dan cuenta de una poca prolijidad y de otro criterio estético. Esto también esta presente en la manera en que se entregan los productos, en la mayoría de los casos, se realiza en bolsas genéricas y sin una presentación que de cuenta de la importancia de la marca. En los pocos comercios minoristas, encontramos que estas características se atenúan, mostrando unas vidrieras regidas por otros criterios.
Avanzando por el barrio de Once, encontramos que las avenidas fueron pensadas como “autopistas” para permitir el traslado de transeúntes y automóviles, a distintas zonas de la capital federal, ya sea para el sentido de microcentro, como para el lado de Palermo, son las “venas” que permiten la movilización punto a punto en la zona. Es ejemplificador de esto, que Once cuente con una estación central de ferrocarriles, así como una gran variedad de transporte público que tiene al barrio en cuestión como un punto de llegada y de salida, sin olvidarse de las líneas de Subterráneo que lo atraviesan de manera permanente.
En el trajín por las calles de Once los comercios, los carteles publicitarios, el ruido, olores y la marea humana nos hace sentir en túneles a cielo abierto. Donde la mirada y atención se sitúa a la altura del transeúnte, pero la flexión del cuello nos muestra otra cara del barrio. Ventanas tapiadas y empapeladas ocultan degradantes condiciones del proceso productivo del trabajo.
La precarización laboral, la falta de regulaciones por parte del Estado y la informalidad –changarines circulando por calles cargando bultos que les obstaculizan la vista, transportes extremadamente deteriorados- no es una particularidad única de Once, sino que se relaciona con lo que Sassen postula “ las condiciones de segmentación profunda en materia social, de ingresos y con frecuencia étnica o racial “[1] son parte funcional y fundacional de la “ciudad global”.
Al concluir con nuestra observación por el barrio de Once, hallamos al Santuario de Cromagñon como un reflejo de lo global-local, que permite relacionar la disolución de los estados nación de la presencia de la vida de los sujetos; esto se plasma en la exposición de los cuerpos ante los peligros producto de la segmentación social, que posibilita el funcionamiento de lo global como tal. Reflexionamos entonces, acerca del significado de la masacre y su encuadre dentro del barrio; es ahí donde se hace presente nuevamente la desresregulación del Estado plasmado en falta de políticas publicas que contemplen la seguridad edilicia y la protección de los trabajadores (punto que hallamos relacional a los changarines expuestos en la calle a cualquier tipo de accidente) así como del publico de un local bailable inserto en la zona.
Se nos erige una comunidad de sentimiento nacida en la tragedia y en la masacre. A diferencia de las anteriores, se constituye no solamente en familiares, amistades y sobrevivientes, sino que los que ya no están que ocupan un rol central, plasmados en las fotos, escritos y las zapatillas.
Otro de los elementos que llamó nuestra atención en Plaza Miserere, fue un grupo de músicos que tocaban música andina con bases electrónicas, portando vestimentas referentes a nativos norteamericanos. Es en tal componente paradójico que encontramos al concepto de Fredic Jameson de “pastiche” como alusión a un carácter de imitación en relación a lo original, presentándose el pastiche como producto consumible y vacío de contenido.
A modo de conclusión introducimos una cita de Z. Bauman “un encuentro entre extraños (…) es comparativamente un desencuentro.” Frente a esto, observamos que el barrio de Once que se presenta como un espacio de transición, también conlleva diversidad de comunidades de sentimiento con un fuerte anclaje en lo local, que responde a la dinámica de lo global.
[1] Sassen, Saskia; “Una sociología de la globalización”; Ed. Katz, Bs. As. 2007. P. 141.

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