Ángela buscando trascender escribió su nombre en la arena.

Ángela buscando trascender escribió su nombre en la arena.
olvidó correr su pie numero 41.

martes, 29 de diciembre de 2009

Perspectivas de Ángelas

Una gran mesa navideña, en la cabecera, quien parece ser el jaque de una familia numerosa. Mira de reojo a sus integrantes, apoya la mano en el vaso de vino y le saborea cuan gesto de asistencia remota para la posterioridad de una fugaz cena.
El hombre se recuesta sobre el propio peso de su vida, sus casi ochenta años de existencia le enseñaron una gran filosofía de vida, que menta “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”. Y así, va pasando la cena, cediéndole la palabra al geronte que rara vez suele enternecer a todo humano excluyendo a sus hijas mujeres.
A su lado, se sienta un hombre, cuya perspectiva de vida, mas alejada de su compañero de cena, es “mejor que decir, es hacer”, mi padre, mi viejo, que con pocas palabras, muy pocas de verdad, con su pasado lustro, se las ingenio para hacerse entender en sus funciones básica de supervivencia (yerba, detergente y papel higiénico no pueden faltar bajo ninguna crisis mundial en mi casa). Demás esta decir que su pensamiento también basado en “un hombre que no sepa arreglar una casa, no es hombre” se complemente con el “lujan, levanta la mesa” y diversos imperativos fundados en su machismo paternal mas acérrimo, que hizo de mi, esta especie de Ángela con altas dosis de Mafaldismo pero sin un papa Quino.
Y al otro lado, mi madre, quien intentando una y otra vez remontar la noche, intenta satisfacer los deseos paternales del jaque puntero mesistico, y lo logra. Mas el cambalache de mis tías que nomás oliendo cualquier tipo de vino saborizado ya comienzan a ponerse a tono con la festividad en cuestión.
Otra que Fito, yo si que tengo un clásico de tías, y de la mas variada especie. Pero será en otra oportunidad que les dedique unas lineas.
Lo que quería compartir con ustedes, es como se produce una creación de personalidad, un invento que llamamos Ángela.
Y esto se relaciona con la navidad, como puente para la noche de Ángela, quien con una sidra en la mano recibe la visita de su amiga de la infancia, Norma, para tomarla en el patio de la casa, quienes, cuidándose de los cuetes (si, es así y no co-he-te) se refugian en la silla plástica que se compraron en alguna oferta en el Isy (según dicen los que saben, se escribe e-a-sy) de la zona y conversan acerca de los Juancarlos de sus respectivas vidas. (“A toda Ángela le espera un Juan Carlos”). Ángela no tiene edad, es eterna, pero pertenece y se funda con el pasado, e intenta actualizarse en un mundo que le queda grande, ella es de barrio, tiene a lo sumo tres amigas posta, se enamoró perdidamente del Juanca (quien como no podía ser de otra manera luce su remera de Racing por la Feliz en chancletas y los shores único color azul que ligó en alguna navidad) pero cuentan que el Rubén (famoso diariero de la zona) le andaba estirando el ala, y como ella meta con el Juanca terminaron siendo amigos. Y ahí empezaría la historia de los Rubén, quienes gambetean el futuro viviendo el presente y prefieren el “día a día a los proyectos a largo plazo”, quienes prefieren hacer picadito con los amigos (obvio que no podía faltar el Juanca a los gloriosos partidos de los sábados) pero que luego girantean hasta altas horas en busca de alguna parecida a la Ángela.
Hasta aquí, el micromundo de la Ángela, desde algún barrio que la vio nacer, y ahora la recibe cada fin de semana cuando se baja del micro de larga distancia, el glorioso 71 que la pasea por espacios rodeados de Juancas, Normas y Rubenes. Y por que no, de las Angelas que se lleva dentro.
Salú y chau década 00.
Maruja repatriada en Once.

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