Ángela buscando trascender escribió su nombre en la arena.

Ángela buscando trascender escribió su nombre en la arena.
olvidó correr su pie numero 41.

viernes, 20 de noviembre de 2009

La des-visita al Museo Nacional de Bs. As.

20/05/2009.

Al ingresar a la sala de Arte Contemporáneo argentino del museo Nacional de Bellas Artes aquella mañana se vislumbraba como una visita que secundaba a las veces pasadas en las que casi obligatoriamente lo institucional debía ser vislumbrado como parte de un mundo ajeno, en el cual cuadros se asomaban a la indiferencia de mi percepción mas concentrada en los grupos secundarios que intentaban concentrarse en las palabras de alguna visita guiada a cargo de alguna señora con rasgos que merecían retratarse. Fue así hasta que lo que llamo más a mi ingrato interés fue una oscura sala de puertas cerradas, casi imperceptible
ante los pasillos iluminados que marcaban el paso.
Es esta sala la que tenía como exposición una muestra de arte originario a la cual comencé a observar detenidamente hasta que una compañera de cursada me dijo: “esto no es lo que tenemos que mirar, vamos apara allá”. Una vez más, mi sentido se alejaba de lo esperado.
Sin dar mas cuenta de lo que incluía a mi interés, me deje llevar hacia lo que se nos señalaba como el objeto a ser estudiado en cuestión, y allí estaba, una vez mas esos cuadros que me parecen tan actuales como potenciales de una época en crisis allá por los fines de la década de 1880, donde el positivismo y la ilustración se agota, donde las ideas de orden y progreso encontraron un techo, así como la resistencia de hombres y mujeres que fueron el retrato de Reynaldo Glúdici en “La sopa de los pobres”, o en De la Cárcova en “Sin pan y sin trabajo”. Y es actual, porque tanto el primero podría ser espejo de la actual sociedad donde conviven grupos de hombres y mujeres habitando en las calles de la ciudad que comparten un plato de comida, o ante el segundo cuadro que retrata la bronca del hombre que observa por la ventana golpeando la mesa a través de un puño cerrado que, metáfora de bronca e impotencia plantea las pocas posibilidades de crecimiento de un país que se perfilaba como el semillero del mundo. Es también el cuadro de Spilimbergo “Los Primeros pasos” que demuestra el equilibrio de una niña y el fracaso en laminada pérdida de la madre, detrás una puerta abierta que se perfila como la etapa que esta por venir.
Fueron estos cuadros en los que ubiqué así como un mayor realismo, una actualización en referencia a la situación presente del país, como si tales cuados serian exponenciales de una etapa que no acabo, que sigue, que es contiua y precisa.
Sin mas sentido esperado que el propio, una vez mas me pierdo en el museo hasta que encuentro a la totalidad de mi interés ante el asombro que me causa una pintura la cual jamás había visto anteriormente, y allí estaba, distinta al resto, en movimiento, viva, gesticulando un sentido que no llegaba a descifrar ante los gestos casi eufóricos de nativos cabalgando por un campo que se dejaba iluminar por un horizonte acabado, por caballos que parecían desesperados ante la fuerza de aborígenes que parecían gritar portando lanzas la mayoría, que en hilera cabalgaban como para salirse del cuadro, hasta que uno en especial, quien parecía dirigir al malón llevaba en su mano izquierda una cruz perteneciente a la religión católica que portaba en gesto de conquista, altiva mirando al cielo, con el resto de las lanzas, como un elemento invertido de la religión al saqueo, de lo sagrado a lo profano. Y allí estaba, una cautiva, como las que describió Jorge Luis Borges, dejándose caer en los brazos del aborigen, cual elemento perteneciente a la formula de la tan alabada “civilización” se imbiscuia entre la barbarie, entre el malon que parecía haber saqueado a una iglesia, a la institución civilizatoria del régimen de Julio Roca. Es también como los elementos se dejan ver como apropiados por la barbarie que en malón portan biblias, un cáliz y hasta frenos para otros caballos. Es toda una organización la que representa el malon regresando de vaya a saber saqueo a cuan conquistador de los nativos de las tierras del sur, que bajo “campaña del desierto”, nombre tendencioso si los hay, pretendía llevarse las tierras y la cultura aborigen, sin pensar que los malones organizados ofrecían resistencia ante la política llevada a cabo por el gobierno de Nicolás Avellaneda.
Fue entonces que mi paso por el Museo Nacional de Bellas Artes se llevó el asombro ante la inmensidad de tal obra, la cual bien titulada “La vuelta del malón” de Ángel Della Valle en 1892 retrata a partir de relatos rioplatenses lo que el imaginó como la resistencia a la ocupación de la Patagonia. Y es en tal cuadro, en donde luego me di cuenta que mi interés no era tan ingrato, que había encontrado una conexión entre la oscura sala de arte originario y el cuadro de Della Valle ya que elemento aborigen se me hacia presente en una sala que parecía estar predispuesta a mostrar lo civilizadamente correcto frente a cuadros obsoletos como los que había alrededor de “La vuelta del malón”, tal es como un anónimo titulado “Las hermanas”. Con que sentido acaso puesto allí?

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