Ángela buscando trascender escribió su nombre en la arena.

Ángela buscando trascender escribió su nombre en la arena.
olvidó correr su pie numero 41.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Ay, Si! Que progre soy, escucho Putumayo!!!


Según el análisis de la etnomusicóloga colombiana Ana María Ochoa, los factores que intervienen para el origen y el crecimiento de las llamadas “músicas del mundo” se relaciona con la globalización como proceso de transformación del “sensorium” de lo estético y una nueva forma de percepción, así como de la apropiación que se hace del consumo, insertado en nuevas formas de circulación de las músicas locales. Las cuales fueron puestas al mando del mercado global bajo el rotulo de “World music” como forma de denominar a músicas que se insertan en historias particulares de regiones o países, y que dejando de responder a la lógica de Estado Nación, conforman un nicho de posible venta originada por la necesidad de las grandes discográficas de designar a estas músicas locales.
Ahora bien, la categoría “World music o músicas del mundo” no parten del “descubrimiento” por parte de las grandes empresas discográficas, sino por la resignificación de lo “local” en un mundo globalizado, que por medio de la digitalización plantea nuevas formas de relación entre “el lugar, el sujeto y la producción simbólica”[1]
Según la autora hay un proceso que se enmarca durante la década de los ´80 y los ´90 que permite historizar a la transformación de la música en cuanto a su categoría global de “World music” y, este se relaciona tanto por la “transnacionalización de los monopolios que controlan al mercado oficial” como Sony, BMG, Warner y EMI, y como por un proceso de “fragmentación en la industria musical”, conformado por empresas independientes y las llamadas indies. Las primeras fueron valorizadas en el momento de crecimiento de este tipo de música global, ya que patrocinaban y difundían en su mayoría a músicas regionales no destinadas a un consumo netamente comercial, y las segundas, o indies, mas dedicadas desde su inicio al descubrimiento de nuevos ritmos musicales. Es también una tercera fragmentación existente al interior del mercado musical, como son las auto producciones musicales por parte de los propios artistas en relación a personas del mismo círculo de sociabilidad, ejemplo a nivel nacional del “Farolito Records” de la banda musical “Los Piojos” o “La Renga Discos” del nombre de la banda, que muchas veces le permiten la difusión a bandas pequeñas para la difusión de su música.
Es entonces que si bien las grandes empresas discográficas, llamadas “majors” en el texto de Ana María Ochoa, monopolizan al mercado musical, hay diversas formas de producción en el mercado musical, como las descriptas más arriba. Las cuales, permiten la descentralizaron del mercado, así como una difusión-circulación- consumo que se ve favorecido por las nuevas tecnologías que permiten la maleabilidad de nuevos instrumentos de “intermedialidad” como los MP3, MP4, DVD, etc. Sin olvidar al creciente mercado de la piratería, que reproduce y copia en formatos iguales a los originales en cuanto a calidad musical, favorecido por las nuevas tecnologías, dañando a las empresas independientes que también se ven desfavorecidas por las majors en cuanto a los derechos de autor que ellas poseen sobre las obras.
Es tal carácter de intermedialidad de la música, lo que altera a los modos de transmisión y a la frontera entre los géneros musicales de lo local, ya que la relación “lugar-música-memoria que circundaba alrededor de la idea de territorialidad se vio alterada y se instala una nueva relación en la creatividad, transmisión y en los discursos que la gente genera en torno a su propia música”[2]. Es por ello que categorías como “sensorium” de una nueva estética comienzan a circular en el momento que lo local toma carácter global, ya sea por medio de la digitalización de nuevas formas, por la fragmentación del mercado, y por la circulación masiva a través de la piratería, es que la música perteneciente a diversas zonas del globo terráqueo se despegan de su historia, de su pasado, de sus luchas y son comercializadas en mercancías clasificadas como “World music”. Y es en este punto en donde la autora Ana María Ochoa intenta devolverle la historicidad a la música, que generada en territorios aislados y dejados de lado muchas veces por el primer mundo, se otorgan un papel de “descubridores” de nuevos ritmos[3].
Y es así que la autora apuesta por las discográficas independientes como lugares de producción simbólica que no dejan de lado el sello particular de la música que se crea, así como la historia del lugar en donde ellas mismas se producen.
Es por ello, que el sujeto percibe a la música de manera transterritorializada y le aplica un nuevo sentido generado a través de nuevas formas de circulación, producto de la comercialización de lo local, “donde la música se ve mediada por nuevas relaciones interculturales, políticas, económicas y estéticas vigentes”[4]. Es de allí el carácter global que se le imprime a las músicas locales y que enriquece su estudio para la comprensión de los procesos globales a los que se ve inserta, muchas veces dejando de lado sus particularidades, que parecen no merecer tanta publicidad como las luchas históricas que conllevan o su poder territorial en un mundo que pretende estar globalmente conectado.
[1] Ochoa, Ana María; “Músicas locales en tiempos de globalización”, Ed. Norma, Bs. As, 2003. P. 10.
[2] Ob. Citada, P. 25.
[3] Si se me permite graficar esta idea de la autora en torno a…”como en el encuentro colonial, es el músico del primer mundo el que tiene la posibilidad de abrirle o cerrarle las puertas a los músicos y sonoridades provenientes de África, Asia o América Latina” (Ob. Citada, P. 31). El documental “Buena Vista Social Club” de Ry Cooder muestra a los exponentes del son cubano como Ibrahim Ferrer, Chucho Valdez y Compay Segundo entre otros sobre un escenario en Nueva York, que pisaban por primera vez en sus vidas.
[4] Ob. Citada, P. 46.

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